domingo, 22 de marzo de 2015

El cortijo - Pere Ll. Mataró

Es curioso las valoraciones que hacen los representantes de los partidos sobre los resultados de las elecciones, todos encuentran el lado positivo. Tal como lo veo yo, Andalucía ha decidido seguir con la pandereta y el señorío. 

La mayoría de los más de 6.000.000 de andaluces, concretamente cerca de 2.000.000, han decidido no ir a votar, probablemente porque tenían algo mejor que hacer, o simplemente han preferido quedarse en casa rascándose los genitales, estos son los que realmente han ganado, “Los yo me quedo en casa que me la suda”. 
Del resto, 1.400.000 han decidido apoyar a los de siempre en Andalucía, a pesar del choriceo destapado y su aburguesamiento, la misma cantidad han apostado por ser gobernados por los señoritos (entre votos del PP y los del C´s), y finalmente, sobre los 860.000, han decidido apoyar a la izquierda, entre los casi 590.000 votos de Podemos y los poco más de 270.000 votos de IULV-CA.

La mayoría de los andaluces, en las elecciones de hoy, ha decidido que Andalucía, siga siendo un cortijo. El pueblo soberano ha decidido y tendrá lo que se merece. 
Los pactos a los que llegará el PSOE.A para gobernar, están por ver, dudo mucho que pacten con el PP, dado que se les vería el plumero y esto influenciaría en los resultados de las elecciones generales, pero también veo negro que pacten con Podemos, porque hay mucho miedo a que estos puedan demostrar su valía, a parte del precio a pagar por el apoyo, demasiadas concesiones tendrían que hacer. Lo que queda, y no me sorprendería en absoluto, es ver el pacto con  C´s, ya que esto les supondría poder gobernar con la mayoría necesaria y sin ceder terreno a cambio. 

En fin, lo que sea se vera pronto, y desde luego, sigo creyendo, que los ganadores en Andalucía, han sido los que han pasado de ejercer su derecho al voto, el pasotismo. 


EL PANORAMA ANDALUZ, ESTA SERVIDO.

sábado, 14 de marzo de 2015

Los nadies, los invisibles del sistema

Una familia española se reúne en torno a la mesa y la televisión. Los padres se sientan con sus dos hijos, que tienen en el plato una escasa y frugal cena. Miran a sus hijos acabar con la exigua comida a la vez que escuchan en el telediario un grandilocuente discurso del presidente anunciando el fin de la crisis, la recuperación económica y los crecimientos del PIB cercanos al 3% para el año 2015 y 2016. Esta escena es habitual en los hogares de más de 3.000.000 de personas en España que viven con menos de 307 euros al mes y no pueden garantizarse el sustento mínimo para vivir. Son los sin nada, los nadie, los olvidados, los ningunos, los que no aparecen en el telediario de TVE, los que no ven descrita su situación en los discursos del gobierno. Las estadísticas incómodas, las que hay que sepultar bajo las cifras macro. Los que hay que invisibilizar.

Los pobres siempre han sido minoría, al menos para los que cuentan y difunden las estadísticas. En el año 1974, El Tampas, un seudónimo que escondía a uno de los escritores con talento de Hermano Lobo, ya lo avisaba: “A pesar de ir a pasos agigantados hacia los cuatro mil millones de penitentes, los pobres, según últimas estadísticas de filiación cristiana, siguen siendo minoría. En efecto, el bienestar universal se hace tan patente, que ya cuesta una enormidad toparse con un mendigo…¿Y cómo -se preguntará el lector rico- se ha conseguido que haya 37 o 38 pobres nada más en nuestro planeta? Pues muy fácil. Basta con echar mano de los censos oficiales de cada país y decir, por cada mil ricos, doce mil pobres que me llevo para que no se entere la gente de bien, a quien tanto le molestan los pobres”.

Resulta tremendamente complicado liberarse de la potente maquina propagandística que intenta persuadir a los que sufren la miseria de que su pobreza lo es menos por la subida de las exportaciones. Aquellos que tienen problemas para pagar la luz o que se ven obligados a vivir enganchados a ella es probable que sientan que igual la culpa es suya porque la economía mejora a ritmos nunca vistos, y es sabido que la televisión nunca miente. Aquellos sin nada que asuman su culpa y no cuestionen la versión oficial de la mejora podrán pervivir [malvivir] en el sistema, pero los molestos, aquellos que no se resignen, aquellos que turben la verdad conveniente serán sepultados entre los números, estadísticas y los datos transmitidos por una opinión publicada copada por la propaganda. El objetivo es negar la propia existencia de los ningunos. Desde los discursos a la administración. Desde los platós y las portadas. Negar su ser.

En uno de esos debates televisivos Francisco Marhuenda llegó a declarar que la explotación laboral no existe en España, “Esto es España”, exclamaba indignado el director del diario La Razón. Él sólo transmitía lo conveniente para el mensaje del gobierno, resulta imprescindible declarar que la explotación laboral es una práctica olvidada que sólo mantiene reductos en zonas de África y el sudeste asiático. Sólo existe en sweatshops para vestirnos y exclusivamente si la empresa contratadora no es española. Somos el primer mundo. Sin embargo, la verdad es un concepto muy combativo, se suele abrir camino y hacerse evidente para desgracia de aquellos que quieren construir una realidad alternativa y favorable a sus intereses. En los últimos días fue noticia la detención de un empresario hostelero que en su cadena de restauración, La Tapa Andaluza, tenía explotados laboralmente a sus trabajadores. Jornadas de 14 horas durante siete días, sin derecho a vacaciones. Además, caer enfermo significaba no tener compensación económica y el riesgo de ser despedido, que en caso de producirse no conllevaba indemnización. Esto es España.

Pero la propaganda no se conforma con negar a los colectivos más desfavorecidos. En ocasiones, se puede utilizar su situación en beneficio propio y que ésta sea vendida como un logro gubernamental. Esos trabajadores explotados en régimen de semiesclavitud forman parte de la tan anunciada mejora de los datos del paro. Muchos de esos empleados pobres con horarios propios de la revolución industrial engrosan las maravillosas cifras del nuevo dato empleo que cada mes es el mejor de los últimos 15 ó 20 años. No importa que esos trabajos sean parte de la importación del modelo laboral brasileño -como cuenta Ulrich Beck, en Un nuevo mundo feliz- que sirve para mejorar los resultados económicos de empresas y estado a cambio de la extracción de su plusvalía sin proporcionarle recursos para subsistir. Los datos económicos no mienten, su miseria es contingente.

Existen otros muchos colectivos olvidados, que no existen. La invisibilización de los sin papeles, la versión burocrática de los nadies, pasa por hacer tábula rasa de su existencia administrativa. Los inmigrantes irregulares no han cometido ninguna falta ni infracción, su simple existencia en el lugar que no le ha reservado el azar es su delito. Existir y querer vivir, negarse a ser un invisible en su lugar asignado le convierte en proscrito. La negación de los derechos humanos por una simple tara administrativa que los despoja de su propia condición. No tener papeles elimina para el migrante la condición de humano. El individuo con poder otorga y niega la condición humana a quien no cumple sus requisitos. Pero la “decencia occidental” obliga a que los hijos de los nadies, los bebés de los sin papeles, tengan que recibir caridad sanitaria. Es por ello que la Comunidad de Madrid ha eliminado los archivos de las consultas pediátricas de todos los niños de migrantes irregulares. Los hijos de los sin nada existían en los archivos informáticos de la administración madrileña, y había que solucionar el problema. Otra estadística incómoda. Así que el ejecutivo de Ignacio González ha decidido dejar sin seguimiento sanitario a los recién nacidos que con tres meses no tengan la situación sanitaria en regla. A pesar de que seguirán teniendo asistencia sanitaria primaria se les priva de atención con especialistas y de hacerles un seguimiento correcto. Los bebés nacen sin papeles. Ahora los borran del sistema. Ya no existen.

Pero la realidad, una vez más, se torna esquiva a los intereses de la propaganda y de aquellos que tienen como obligación vital negar la existencia de los ningunos. Los invisibles que se niegan a morir a veces tienen papeles. Incluso un DNI o pasaporte que imposibilita negar que son una realidad molesta. Para ellos, que tienen la extraña desobediencia de seguir viviendo y acuden a los servicios sociales para comer, el gobierno también tiene una solución. A ellos, que ya tienen papeles, se les otorgará otro que les despoje de la dignidad que aún mantengan. El certificado de pobre, el documento que certifica su ciudadanía de segundo nivel. Su fracaso social.

Eduardo Galeano los llamó los nadies, los ningunos, los hijos de la nada, los que cuestan menos que la bala que los mata. Que no haya número ni estadística interesada que nos haga olvidar que los nadies no son recursos humanos, son humanos sin recursos.

Un régimen de sinvergüenzas - Pedro Luis Angosto


“El mayor castigo para quienes no se interesan por la política es que serán gobernados por personas que sí se interesan”. 

Arnold J. Toynbee
El pacto de silencio sobre el pasado que acompañó a los acuerdos de la transición puedo haber tenido justificación en un primer momento, cuando los franquistas dudaban sobre su futuro, cuando la oposición democrática tenía serias sospechas sobre el alcance del apoyo del pueblo a la causa rupturista: Cuarenta años de terror no pasan en balde. Superado el golpe de Estado de febrero de 1981 y celebradas las elecciones de octubre de 1982, ese silencio debió hacerse palabra y la palabra Ley. Quienes habían estado involucrados de lleno en el gobierno de la dictadura no podían seguir desempeñando papel alguno en el nuevo régimen, quienes habían amasado sus fortunas con el apoyo del tirano, no podían regir el desenvolvimiento económico de un país lleno de vida y de futuro; quienes habían educado en la inmoralidad nacional-católica a generaciones y generaciones, no podían seguir pontificando sobre lo bueno y lo malo en el tiempo nuevo. Sin embargo, sobre esas tres cuestiones vitales y otras muchas, continuó el silencio, como si aquí no hubiese pasado nada, como si el nuevo tiempo pudiese edificarse con los armarios llenos de cadáveres y con los mismos personajes que habían acompañado a Franco a su última morada en Cuelgamuros. Los pactos para una transición política de la dictadura a la democracia, se convirtieron de ese modo en una transacción que permitía a los poderes del antiguo régimen dictatorial su integración de pleno derecho en el régimen constitucional de 1978, o lo que es lo mismo, asentar la democracia sobre una antinomia, sobre una aberración ética.


Creemos que ha transcurrido el tiempo histórico suficiente como para evaluar las consecuencias nefastas de aquel silencio transaccional que unió a la inmoralidad franquista la falta de ética de los protagonistas del nuevo tiempo ultraliberal. Con aquellos mimbres no se podía esperar cesto más cochambroso, de esa mezcla explosiva tampoco. Como dice Paul Auster, quienes carecemos de creencias religiosas, tenemos otras de mucho más alcance terrenal, y entre ellas es la primera la confianza en la democracia plena, pero la democracia es un sistema en el que todos los poderes emanan del pueblo, que persigue el progreso de todas las clases sociales y todos los individuos, basado en la división de poderes, la solidaridad, la justicia y la supresión del privilegio, en absoluto uno caciquil y clientelar en que todo depende del medro y del lado que a cada cual toque en relación al poder. El sistema político de la Segunda Restauración borbónica es a día de hoy un remedo del que montaron en el último tercio del siglo XIX Cánovas y Sagasta, aquí todas las concupiscencias están permitidas siempre que se esté a la derecha de Dios Padre, ningún despiste si se está al otro lado. De las muchísimas barbaridades que hemos conocido desde que Aznar llegó al poder –fecha que hay que señalar con rojo a la hora de examinar nuestro presente- una de las más significativas es la protagonizada por José Luis Olivas, expresidente de la Generalitat Valenciana, Bancaja y Banco de Valencia. Olivas, íntimo que fue de Zaplana, urgió la concesión de créditos a los empresarios Juan Ferri y José Baldó para comprar una finca muy sobrevalorada en México, causando unas pérdidas a las entidades financieras de 249 millones. Agradecidos por tan graciosa concesión, los empresarios pagaron a Olivas y sus amigos sendos viajes a Cuba para disfrutar a fondo del paraíso de Fidel y procurar el engrandecimiento de la amadísima Patria valenciana. Fruto de su eficacísima gestión, y de la de sus antecesores zaplanistas, Bancaja y el Banco de Valencia desaparecieron tras integrarse en Bankia, no así Olivas que pasó a vicepresidir la nueva entidad como si aquí no hubiera pasado nada.

La pregunta es, ¿cómo pudo pasar todo eso y muchísimo más sin que nadie, ni empleados de rango ni directivos ni ejecutivos ni el banco de España ni los listos de la Unión Europea se diesen cuenta de nada? ¿Y si se dieron, por qué, como era su obligación, lo ocultaron y no lo denunciaron? No estamos hablando de calderilla sino de miles de millones de las antiguas pesetas extraídos de una entidad financiera y entregados a particulares para que hiciesen con ellos lo que su “buen entender” les aconsejase. Me creo que el trabajador de una sucursal de cualquiera de las entidades presididas por Olivas no supiese nada, también que los soldados rasos de la Generalitat ignorasen lo que ocurría en otras esferas, pero el silencio de los que tenían obligación de saber sólo tiene una explicación siciliana: La omertá, o pacto de honor no escrito que impide a los comprometidos o benfeciarios reales o hipotéticos informar de los delitos cometidos por cualquiera de ellos al considerarlos cosa estrictamente personal. Así, y sólo así, con el silencio y la complicidad, quienes dirigían Caja Madrid, Bancaja, Banco de Valencia, Caja de Ahorros del Mediterráneo o Caixa-Catalunya pudieron hacer y deshacer a sus anchas hasta quebrar a las entidades, obligando al Estado, que somos todos, a inyectarles más de cien mil millones de euros que se detrajeron de Sanidad, Educación, Pensiones, Dependencias, Vivienda, Cultura, Medio-Ambiente y todo aquello que es verdaderamente necesario para que una democracia lo sea de verdad; así, y sólo así, ha sido posible montar redes de enriquecimiento personal y de financiación de partidos que emponzoñan el funcionamiento de todas las instituciones; así, y sólo así, se puede comprender que sea prioritario desahuciar violentamente a una familia sin recursos antes que proteger su derecho inalienable a una vivienda digna, así, y sólo así, que se destinen más de cuatro mil millones de euros a rescatar las autopistas privadas de peaje antes que a dar trabajo y comida a quienes ha tiempo que pasaron todos los umbrales de infelicidad.

“No me importa –decía Manuel Azaña- que un político no sepa hablar, lo que me preocupa es que no sepa de lo que habla”. Quienes desde los poderes que causan desesperación en tantos hoy hablan de democracia y quieren, con su verbo tosco y su sapiencia menuda, erigirse en jueces de lo que es o no democrático, muestran un desprecio absoluto por los millones de personas que se sacrificaron para que el menos malo de los sistemas políticos ideados por el hombre fuese una realidad y un ideal de progreso. No es que hablen mal, que lo hacen, es que no saben de lo que hablan cuando hablan de democracia, porque en un régimen de esas características, y es evidente que este no lo es, los sinvergüenzas de su estirpe hace mucho que descansarían en el lugar que les corresponde: La cárcel.

lunes, 9 de marzo de 2015

NO ES MOMENTO DE JUEGOS EN EUROPA -Yanis Varoufakis


Escribo este artículo en un aparte de una negociación crucial con los acreedores de mi país, una negociación cuyo resultado puede marcar a una generación y demostrar que constituye incluso un punto de inflexión para el experimento que Europa desarrolla con la unión monetaria.

Los especialistas en teoría de juegos analizan las negociaciones como si fueran juegos en los que partir trozos de tarta entre jugadores egoístas. Debido a que he pasado muchos años investigando sobre teoría de juegos en mi pasada vida de profesor universitario, algunos comentaristas se han apresurado a suponer que, como nuevo ministro de Economía griego, andaba yo afanosamente ocupado en idear faroles, estratagemas y opciones externas, debatiéndome por mejorar un baza endeble.

Nada podría estar más alejado de la verdad.
Si de algo me ha convencido mi formación en teoría de juegos es que sería una auténtica locura pensar en las actuales deliberaciones entre Grecia y nuestros socios como un juego de negociación que se ha de ganar o perder por medio de faroles o subterfugios tácticos.

El problema de la teoría de juegos es que, tal como solía decirles a mis alumnos, da por descontados los motivos de los jugadores. Cuando se trata del póker o del "blackjack", este supuesto no plantea problemas. Pero en las actuales deliberaciones entre nuestros socios europeos y el nuevo gobierno griego, lo más esencial reside en anticipar nuevos motivos. Crear una actitud mental que transcienda las divisiones nacionales, disuelva la distinción acreedor-deudor en favor de una perspectiva paneuropea y sitúe el bien común europeo por encima de las pequeñeces políticas, un dogma que se demuestra tóxico si se universaliza y que se cifra en una mentalidad de nosotros contra ellos.

Como ministro de Economía de un país pequeño, fiscalmente agobiado, que carece de banco central propio y que es visto por muchos de sus socios como un deudor problemático, estoy convencido de que solo tenemos una opción: rehuir cualquier tentación de tratar este momento crucial como un experimento de estrategia y presentar con honradez, por el contrario, los datos referentes a la economía social de Grecia, someter a discusión nuestras propuestas para que vuelva a crecer Grecia, explicar por qué van en interés de Europa y revelan las líneas rojas que la lógica y el deber nos impiden cruzar.

La gran diferencia entre este gobierno griego y otros anteriores es doble: estamos decididos a enfrentarnos a poderosos intereses creados con el fin de que Grecia se reinicie y ganarnos la confianza de nuestros socios. Estamos decididos a que no se nos trate como una colonia por deudas que debería sufrir lo que sea necesario. El principio de la mayor austeridad para la economía más deprimida resultaría pintoresco si no causara tantos sufrimientos innecesarios.

A menudo me preguntan: ¿qué pasa si la única manera de asegurarse financiación consiste en cruzar tus líneas rojas y aceptar medidas que consideras parte del problema, más que de su solución? Fiel al principio de que no tengo derecho a marcarme faroles, mi respuesta es: no vamos a cruzar las líneas que hemos señalado como rojas. De otro modo, no serían de verdad rojas sino puro farol.

Pero, ¿qué pasa si esto le ocasiona a su pueblo grandes penurias?, me preguntan. Seguramente debe usted ir de farol.

El problema de esta línea de argumentación es que supone, siguiendo la teoría de juegos, que vivimos en la tiranía de las consecuencias. Que no se da ninguna circunstancia cuando debemos hacer lo que es correcto, no como estrategia sino sólo porque es…lo correcto.

Contra ese cinismo, el nuevo gobierno griego va a introducir innovaciones. Desistiremos, sean cuales fueren las consecuencias, de llegar a acuerdos que sean perjudiciales para Grecia y perjudiciales para Europa. Se acabará el juego de "ampliar y fingir" que comenzó después de que la deuda pública de Grecia se volviera imposible en 2010. No más préstamos, no hasta que tengamos un plan creíble para que crezca la economía con el fin de reembolsar esos préstamos. Para ayudar a que la clase media se ponga en pie de nuevo y encaremos la espantosa crisis humanitaria. No más programas de "reformas" que toman como blanco a los pensionistas pobres y las farmacias familiares mientras dejan sin tocar la corrupción a gran escala.

Nuestro gobierno no pide a nuestros socios una salida para no reembolsar nuestras deudas. Pedimos unos pocos meses de estabilidad financiera que nos permitan embarcarnos en la tarea de las reformas que la amplia mayoría de los griegos puede admitir y apoyar, de modo que podamos reanudar el crecimiento y terminar con nuestra incapacidad de pagar lo que debemos.

Se puede pensar que esta retirada de la teoría de juegos viene motivada por alguna agenda de izquierda radical. No es el caso. En esto la influencia principal proviene de Immanuel Kant, el filósofo alemán que nos enseñó que lo racional y lo libre huyen del imperio de la propia conveniencia obrando de modo correcto.

¿Cómo sabemos que nuestra modesta agenda política, que constituye nuestra línea roja, es correcta en términos kantianos? Lo sabemos mirando a los ojos de los hambrientos de las calles de nuestras ciudades o contemplando a nuestra agobiada clase media, o tomando en cuenta los intereses de la gente que trabaja duro en cualquier pueblo o ciudad de Europa dentro de nuestra unión monetaria. Al fin y al cabo, Europa solo recobrará su alma cuando recupere la confianza de la gente poniendo sus intereses en el centro de la escena.

Yanis Varoufakis, ministro de finanzas de Grecia, es un reconocido economista greco-australiano de reputación científica internacional. Es profesor de política económica en la Universidad de Atenas y consejero del programa económico del partido griego de la izquierda, Syriza. Actualmente enseña en los EEUU, en la Universidad de Texas. Su último libro, El Minotauro Global, para muchos críticos la mejor explicación teórico-económica de la evolución del capitalismo en las últimas 6 décadas, fue publicado en castellano por la editorial española Capitán Swing.